miércoles, 2 de noviembre de 2016

EL AJEDREZ. ARTÍCULO BUFO

El domingo 1 de septiembre de 1872 veía la luz el diario Jaque-Mate, dirigido por el periodista y escritor Antonio Sánchez Pérez. Eran los últimos tiempos del convulso reinado de Amadeo I de Saboya y el periódico, de inequívoca vocación republicana, se presentaba a sus lectores con esta rotunda declaración de intenciones: «Tener en contínuo y nunca interrumpido jaque á los farsantes de la política». Y poco más adelante advertía: «Sepa el lector curioso, y sépalo de hoy para siempre, que nuestra idiosincrasia especial nos impide absolutamente aplaudir: JAQUE-MATE nunca aplaudirá. El político sábio, —si alguno hay, —el actor aceptable, —si por ventura le hubiese, —el buen poeta, el industrial laborioso, el empleado probo, el ministro recto, solo conseguirán de nosotros el silencio: JAQUE-MATE es periódico maldiciente; solo para decir mal nace, y morirá cuando de nadie haya que maldecir».


Era por lo tanto un periódico humorístico, festivo y ligero, que son los mejores ingredientes para digerir unas políticas que, tanto entonces como ahora, son tan indigestas como difíciles de asumir sin cerrar los ojos y la boca del estómago a un tiempo. Puesto bajo la advocación de Caissa desde el título, varias de sus secciones fijas hacían referencia al ajedrez. Los «saltos de caballo», por ejemplo, eran un pasatiempo frecuente y no diferían mucho de los que hasta hace poco se podían encontrar en los periódicos modernos. O una sección, llamada «Piezas sueltas», en la que se daban breves pinceladas de la actualidad política.

En el primer número, además, se publicó un artículo titulado «El ajedrez. Artículo bufo» en el que se hacía una analogía entre la actualidad política del momento y el juego milenario. A continuación reproducimos íntegro dicho artículo respetando, al igual que en todas las citas precedentes, la ortografía y puntuación de la época.

EL AJEDREZ
ARTÍCULO BUFO
He visto andar á coscorrones á muchos de esos filósofos por no tener nada que hacer, disputando sobre el origen del ajedréz, y siempre me ha parecido una tontería cuestionar sobre el asunto.
Además, yo —como Fernandez y Gonzalez— he presentido siempre lo que ignoraba, y debo confesar á Vds. que sigo presintiendo muchas cosas. 
Por esta razon, en uno de mis arranques de génio —y perdonen Vds. el modo de señalar— exclamé cuando cayó doña Isabel: «difunta hay para rato»; por lo mismo pensé que los electores de Logroño antes votarían al mismo marqués de Colomina que á Sagasta.
El ajedrez es un juego puramente español; yo lo presiento y basta; tan español como el aceite de bellotas, salvo la parte de coco ecuatorial.
El ajedrez es una sátira y sus piezas otras tantas caricaturas.
La invención de este juego se atribuye á un fraile, porque en España todas las invenciones se atribuyen a los frailes; la de la pólvora, (1) inclusa, la del cólera morbo y la de los embuchados.
El tablero representa el país: el rey negro un candidato como Montpensier; el rey blanco un monarca pacífico como D. Amadeo. Las reinas dos señoras respetables que se encargan de velar por las costumbres de sus maridos, evitándoles los jaques, librándoles de ellos y acompañándoles en el sentimiento cuando llega el mate.
La Torre es una pieza ¡pero buena pieza! Lo mismo corre en un sentido que en otro: es la pieza más corriente entre todas; la más temible cuando los peones la permiten la salida. Se la vé algunas veces tomar el lugar del rey, y este pasar á casa de La Torre, donde permanece algunas horas de la noche, mientras La Torre le defiende.
Otras veces se ha visto á La Torre tomar las de Villadiego.
Los caballo son los radicales, que por todas partes van al presupuesto, exceptuando á Dios, y á Decoros, y á Mañanas, que son tres personas distintas, y tres espíritus, y tres nombres que pasman.
Los arfiles representan a los unionistas; siempre toman la diagonal para disimular mejor sus tendencias. Participan de uno de los movimientos de la reina; pero se separan de todo el mundo cuando se trata de marchar rectamente.
Llegamos á los peones, que son los más y los más infelices; los peones son los que más trabajan, los que con más dificultades adelantan en su carrera y conservan su existencia, exponiéndose á ser comidos por las piezas gordas á cada paso, y comiéndose unos á otros cada cual por defender su causa.
Los peones hacen reinas y salvan reyes, y levantan Torres,  y los caballos, y los arfiles, y todos se defienden y se conservan tan grandes á costa de las piezas menudas. El peonaje es la representaciones del pueblo.
Algunas veces los peones destruyen á los gordos y se comen á los reyes y á las reinas, y á las Torres; pero esto no sucede con frecuencia.
Una partida de ajedrez es una revolución ó un pronunciamiento. Cuando las fuerzas están equilibradas, puede considerarse como lo primero: cuando uno de los contrincantes abusa de la fuerza ó de la debilidad de si contrario, y aprovechando su improvisión le ataca viéndole desprevenido, y le arrolla, y le dá el mate, debe juzgarse como un pronunciamiento.
¡Y á cuántas consideraciones se presta la lucha del ajedrez!
Todos lamentan cuando les quitan una pieza gorda: la muerte del rey es el colmo de la desesperación del jugador, y produce un gran efecto en el concurso. Que desaparezca un peon, y á nadie le importa. Muchas veces, para conseguir que el enemigo caiga en el lazo de una combinación, se le dán a comer un par de peones.
Y sin embargo ellos forman la base, el núcleo de la fuerza: y son los más prudentes, y los más constantes, y los más bravos… Y viene una Torre, ó un Sagasta, ó un… digo… ya me voy á la política: ustedes me dispensen. Pues, como decía, vino un Montpensier, ó un Alfonso, ó un Amadeo… ¡Dale!
Ello es que todos viven á su costa, y los sacrifican, y los menosprecian.
Sin embargo, hay muchos ejemplos en la historia del ajedrez, de la importancia que tiene un peon, y si algo bueno se hace alguna vez en el juego, estén Vds. seguros de que se deberá á los peones. 


UN PEON CAMINERO
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(1) Esta coma es una errata de imprenta. 

Parece claro que que el autor del artículo aprovecha las piezas del juego del ajedrez para comentar jocosamente acontecimientos de la política de su época. A algunos personajes se les cita por su nombre, otros son simplemente sugeridos. No he conseguido encontrar una atribución plausible para el personaje escondido tras La Torre. Admito gustosamente sugerencias al respecto. A continuación, intentaremos poner en contexto el artículo de JAQUE-MATE con el siguiente:

DRAMATIS PERSONAE

doña Isabel. Isabel II, reina de España, conocida como «la de los Tristes Destinos». Pudo gobernar solo por la derogación de la ley Sálica, ya que su padre Fernando VII —«el Deseado» para unos; «el Felón» para otros— había muerto sin descendencia masculina. Su proclamación estuvo en el origen de las guerras carlistas, al negarse los partidarios de su tío, Carlos María Isidro de Borbón, a reconocerla como reina. Dotada de un apetito sexual portentoso, la revolución de 1968, dicha «la Gloriosa»,vino en su ayuda al relajarla a un exilio parisino en el que pudo ser fiel a sus inclinaciones lejos del qué dirán. Mientras, en España, se debatía la forma de gobierno que había que adoptar en las nuevas Cortes Constituyentes.

Colomina, José Colomina y Arqués, marqués de. Senador electo por la provincia de Valencia.

Sagasta, Práxedes Mateo. Líder del partido liberal y varias veces presidente del Consejo de Ministros. Solía alternarse en la presidencia con el Partido Conservador de Antonio Cánovas del Castillo. Ahí, y no en otra parte, empezó el bipartidismo. Nació en un pueblo de la entonces provincia de Logroño, hoy La Rioja.

Montpensier, Antonio María de Orleans, duque de. Hijo de un rey de Francia. Conspirador profesional, pretendiente al trono de Ecuador, en un episodio premonitorio del surrealismo, y al de España, por ser marido de la segunda hija de Fernando VII. Hombre de pelo en pecho, se cargó de un disparo —en un duelo, eso sí— a su primo Enrique de Borbón.

D. Amadeo. Amadeo I de Saboya, «el Electo», rey de España. La revolución del 68 derribó a Isabel II pero dio paso a unas Cortes Constituyentes de mayoría monárquica, así que los diputados decidieron sacar a subasta el trono España. Ganó Amadeo. Sin embargo,  a los monárquicos tener que votar rey les pareció fatal. Su proclamación tuvo un efecto inmediato: unió a toda la oposición en su contra (hasta los monárquicos). Sufrió un atentado. Le tocó la tercera Guerra Carlista y la primera de Cuba. Por si fuera poco, el ejército le incitaba a gobernar de manera autoritaria. A los dos años no pudo más y abdicó con estas legendarias palabras: Io non capisco niente; siamo una gabbia di pazzi (no entiendo nada; esto es una jaula de locos). Con «esto» se refería a España, por si les cabía alguna duda.

radicales. Del Partido Demócrata-Radical de ideología liberal, progresista y republicano, uno de los grupos impulsores de la revolución de 1868.

unionistas. Del partido Unión Liberal. Liberal, moderado y monárquico. Los críticos dicen que carecía de ideología y que los único que les unía era el miedo a la libertad.

Alfonso. Alfonso XII, «el Pacificador», rey de España. Hijo de Isabel II y de padre desconocido. Finiquitada la I República, su coronación inauguró el periodo conocido como la Restauración. Protagonista de la película «¿Dónde vas Alfonso XII?», y de su secuela «¿Dónde vas triste de ti?», ambas de inmarcesible recuerdo para la gente que, como este humilde cronista, las vio en su niñez.

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